Y llegó el día. Después de muchos entrenamientos, convertí en realidad uno de mis propósitos sobre el que ya había hablado hace varias semanas: completar mi primera Media Maratón.

Lo que entonces no comenté fue que en ella quería homenajear al aita, que falleció justo antes de la pandemia. Y cada vez tengo más claro, que el desarrollo de la carrera fue toda una metáfora de su vida.

Con la mejor preparación y valores que pudo recibir, como mis entrenamientos para la carrera, decidió junto a la ama construir una familia. Y a lo largo de toda su vida trató de dar el máximo posible tal y como lo hice durante mis primeros 17 kilómetros.

Incluso en la recta final de su vida, pese a los problemas de salud, quiso cumplir hasta el último momento, siempre con dignidad. Así fueron mis últimos 4 kilómetros en los que, con un dolor en el sóleo cada vez más agudo, me propuse continuar con mi objetivo sin mirar el reloj.

Fue el aita quien me acompañó en esos últimos 4 kilómetros. Comencé entonces a recordar los dos últimos años juntos, nuestro viaje a Berlín, cientos de conversaciones… hasta que llegué a la meta.

Y ahora sí. Por fin puedo sentir que he conseguido cumplir mi propósito y decir aquello que llevaba esperando durante dos años…

ZURETZAT, AITA!